Cuba impulsa la producción de derivados de la caña de azúcar como un elemento para revitalizar la deprimida industria azucarera de la isla, dijeron hoy directivos del sector.
«Estamos buscando que el Gobierno no tenga que aportar divisas para el desarrollo del sector», dijo en rueda de prensa Carlos González, director de derivados de la estatal AZCUBA, una entidad encargada desde 2011 de la producción del dulce y sus derivados.
González explicó que el principal derivado de esa industria es la producción de alcoholes y aguardiente, que permite la elaboración de un variado surtido de 13 marcas de rones, seis de las cuales se exportan.
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Esos rones se envían a Europa en lo fundamental, aunque también se venden en algunos países de América Latina y en China.
«Estamos en negociaciones para una mayor presencia de nuestros productos en China», adelantó por su parte Harenton Martínez, director de desarrollo e inversiones de Tecnoazúcar, la comercializadora del azúcar y los derivados y primera empresa en colocar el ron cubano en Beijing.
La venta de esos rones aumentó en más de 15 veces entre 2013 y 2019, pero se detuvo con la aparición de la pandemia de COVID-19. Y ahora se retoma el crecimiento «pero no de forma exponencial como antes».
Martínez señaló que en la actualidad tienen un crecimiento anual de las ventas de entre el dos y el cinco por ciento, pero esperan «un crecimiento sustancial» entre el segundo semestre de este año y 2025.
«Para este año es diferente la proyección a partir de negociaciones con China, por lo que nuestro incremento fundamental debe estar enfocado hacia ese país», aseguró.
Aunque los rones son el principal rubro exportable entre los derivados, AZCUBA también incentiva otras producciones, como los once bioproductos que se elaboran en una red nacional de plantas, montadas en una veintena de refinerías de azúcar.
Uno de los productos estrella de esa red es el «Lebame«, un bioestimulador que se utiliza en el crecimiento de la caña de azúcar, lo que permite cerrar el ciclo de la llamada economía circular.
Además, producen sorbitol, un edulcorante alimentario que interviene en la elaboración de 18 medicamentos, así como «Fitomas», un bionutriente que acelera la germinación de las semillas.
«El camino de los derivados es algo marcado, que puede y está dando solución a otras producciones», afirmó Martínez.
Un buen ejemplo de lo que pretende la industria azucarera cubana es la refinería Antonio Sánchez, ubicada en la sureña provincia de Cienfuegos, a unos 250 kilómetros al este de La Habana.
En esa planta se muele la caña y se obtiene azúcar y bagazo, producto este último que se quema para la producción de electricidad, mientras que la cachaza, un residuo del procesamiento industrial, se utiliza como abono orgánico de los campos cañeros, al igual que otros residuales líquidos.
La vinaza, por ejemplo, se emplea como materia prima de una planta de levadura torula para la alimentación animal, cuyos desechos se utilizan como fertilizantes para cerrar el ciclo productivo de la refinería.
AZCUBA también transita por el vínculo con la llamada industria del ocio, con la puesta en funcionamiento de cuatro museos de la agroindustria azucarera, ubicados en zonas cercanas a los principales polos turísticos cubanos.
En esos singulares museos se ofrecen paseos en centenarias locomotoras que trabajaron en la industria azucarera y han sido conservadas.
Con una tradición centenaria, la industria azucarera fue durante muchos años el principal rubro económico del país y llegó a producir en 1970 el récord de 8,6 millones de toneladas de azúcar.
Durante la década de los años 80 del siglo pasado, Cuba mantuvo niveles productivos por encima de los ocho millones de toneladas.
A finales de 2002, con un proceso de reordenamiento de la industria, el país pasó de 156 centrales a los 56 de la actualidad y comenzó un declive de la producción, asociado también a los problemas económicos internos y al bloqueo impuesto a Cuba por Estados Unidos.
Fuente: Xinhua Español