Acompáñanos en un recorrido por algunos de los rituales funerarios más fascinantes alrededor del mundo. La muerte, aunque dolorosa, es una parte inevitable de la vida.
Cada cultura, desde tiempos inmemoriales, ha desarrollado formas únicas de honrar a los fallecidos, marcadas por creencias religiosas, tradiciones ancestrales y el respeto a la memoria de quienes partieron.
En México, la muerte no se considera el fin, sino el inicio de una nueva etapa. El Día de los Muertos, celebrado el 1 y 2 de noviembre, es una festividad colorida y llena de simbolismo.
Durante estos días, las familias construyen altares u ofrendas en honor a sus seres queridos fallecidos, decorándolos con fotos, velas, flores de cempasúchil y los alimentos favoritos de los difuntos. La creencia es que los espíritus regresan al mundo de los vivos para disfrutar de los elementos de la ofrenda.
Este ritual es una mezcla de tradiciones indígenas y católicas, y a través de él, los mexicanos celebran la vida de aquellos que ya no están, manteniéndolos presentes en su memoria. Es una ocasión para recordar con cariño y rendir homenaje, más que lamentar la pérdida.
En India, el hinduismo influye profundamente en las costumbres funerarias. Uno de los ritos más significativos es la cremación en el río Ganges, considerado sagrado por millones de hindúes.
Los cuerpos de los fallecidos son llevados a las orillas de este río para ser cremados, ya que se cree que de esta manera sus almas podrán alcanzar la liberación, conocida como moksha, y romper el ciclo de reencarnaciones.
El proceso incluye oraciones, cantos y la purificación del cuerpo antes de ser colocado en la pira funeraria. Para los hindúes, este rito es fundamental, pues creen que ayuda al alma del fallecido a desprenderse del cuerpo y continuar su viaje espiritual.
En la región de Sagada, Filipinas, se practica una de las costumbres funerarias más sorprendentes del mundo: los ataúdes colgantes. En esta comunidad, los fallecidos son colocados en ataúdes que se suspenden en acantilados o cuevas altas.
Los habitantes de Sagada creen que cuanto más alto se coloque el ataúd, más cerca estará el difunto de los espíritus ancestrales.
Este rito se ha llevado a cabo durante más de dos mil años y, aunque actualmente se practica con menor frecuencia, sigue siendo una poderosa expresión de las creencias ancestrales filipinas sobre la vida después de la muerte y la conexión con sus antepasados.
Fuente: La verdad noticias
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