El acoso de las pandillas obligó a este matrimonio a emigrar hacia Nicaragua
La inseguridad en su país trajo a tierras pinoleras al matrimonio salvadoreño conformado por Sandra Vásquez y Juan Carlos Ramos, en el año 2014. Llegaron a Nicaragua con estatus de refugiados, una decisión que tomaron, aunque sus familiares no estaban de acuerdo, pero la protección de su hijo estaba de primero.
Amistades en Nicaragua les tendieron la mano, ya que llegaron a este país solo con la ropa que andaban puesta, en busca de trabajo y cambiar totalmente su estilo de vida
«Nuestra decisión fue por la seguridad, mantener unificada a la familia y es así que en Centroamérica el país más seguro, más estable económicamente es Nicaragua«, cuenta Sandra Vásquez.
Para este matrimonio, la inseguridad en El Salvador radica en el gran flujo del dólar, dinero que llega a ese país centroamericano por medio de remesas desde Estados Unidos y el hampa o grupos delincuenciales, captan dinero de los pequeños negocios, utilizando la violencia.
«Y eso hace que sea un país demasiado costoso para emprender, porque para poder estar vivo y ejercer el negocio, hay que pagar y cada vez, es más, a veces el hampa es insaciable, cada vez pide más«, dijo Juan Carlos Ramos.
En El Salvador, Sandra trabajaba como ingeniera en sistemas para el estado y Juan Carlos un profesional de la contabilidad. Al llegar a Nicaragua cambió de manera radical su estilo de vida; sin embargo, como la mayoría de los salvadoreños conocen el proceso de elaboración de pupusas, establecieron un emprendimiento en el barrio San Judas en Managua, llamado Pupusas Mamá Toña como una forma de sobrevivir.
«Nosotros tenemos 22 combinaciones de pupusas, de queso, frijol, chicharrón, pollo, jalapeño, la revuelta y más. Y nosotros hacemos el chicharrón como los salvadoreños. Al principio teníamos como una confusión, la gente espera sentir lo crujiente, pero para nosotros el chicharrón, es posta y lomo de cerdo frito y molida con tomate, chiltoma, cebolla«, precisó Vásquez.
«Gracias a Dios la aceptación del producto ha sido buena. Las costumbres de los pueblos con casi las mismas, con pequeñas variaciones, pero similar«, expresa Ramos, quien alega que el negocio ha ido creciendo, a pesar que iniciaron con una mesa y una pequeña plancha para elaborar las pupusas.
La solidaridad de los nicaragüenses, ha motivado para que esta familia permanezca en este país, además por la seguridad, tanto física como económica. Para este matrimonio, volver a El Salvador, no es una opción.
«Lo que ha ayudado es la actitud del nicaragüense, es solidario por su naturaleza; es una persona que, si tiene un bocado y te mira con hambre, te da y eso ayuda mucho para incorporarte a la sociedad«, manifestó Ramos.
Su hijo es profesional de las artes plásticas y en Nicaragua nació una niña, joven dedicada a sus estudios, además forma parte de la Federación de Natación de Nicaragua.
Sandra ya cuenta con cédula nicaragüense, mientras que el documento de identidad de Juan Carlos está en trámites, para ser otro nacionalizado.
Expandir el negocio es la proyección de esta familia, ubicar otro establecimiento en el barrio Costa Rica de Managua, es la meta de estos emprendedores extranjeros y compartir el auténtico sabor de Cuscatlán en Nicaragua.
Periodista: Nerys Bonilla
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