Hay un neoestilo en el Madrid que empieza a resultar entre molesto e inquietante. Se expone a un castigo por pérdida deliberada de tiempo en las primeras partes y lo deja todo para el final, confiado a sus arrebatos, a las musas tardías, a la cabeza de Joselu, a la magia del Bernabéu y a su buena estrella en general.
Y si nada de ello resulta, allí anda Bellingham, al que le cae todo del cielo desde que llegó a Madrid. Se le apareció otro gol en el descuento y salvó, por enésima vez, a su equipo.
El Unión Berlín, conjunto alemán con pasaporte italiano, ordenadísima mente encerrado, sobrado de entereza para ser un novato, ya sabe que, en el Bernabéu, aun a cubierto, a cualquiera le mata una bala perdida.
Una sola pieza, o la carencia de ella, Benzema, cambió la morfología del Madrid. Y una sola lesión, la de Vinicius, gran parte de su filosofía.
La cosa ha acabado en un equipo romboidal coronado por un nueve de catálogo, uno de esos jugadores a los que todo en la vida les sucede en el área. Y a menudo, a más de dos metros del suelo.
El equipo lo ha entendido a la primera y buscar esa cordillera ya no es solución de emergencia, sino, a menudo, primera opción.
En seis minutos había metido su cabeza a dos palmos de Rönnow, que le sacó un remate y se asustó ante otro.
En definitiva, un delantero centro de cuna por delante de otro obligado a serlo, Bellingham. Aquel inicio no tuvo continuidad.
El equipo se olvidó pronto de su nueve y, en cambio, en el mismo periodo, se tragó dos contras del Unión Berlín, más bohemio en su hinchada que en su juego.
Sobre el campo está hecho del mismo acero que todos los equipos alemanes con sus especificidades.
Muy protegido por dentro, guarda el tesoro por fuera, en dos laterales para todo el campo, Juranovic y Gosens, que le han costado un riñón si se miran con la perspectiva de su presupuesto y su historial.
Ahí se ha dejado el dinero, Urs Fischer sabrá por qué. Los necesita para estirar un equipo contradictorio, de afición progresista y planteamiento conservador.
Al suizo le echaron del Basilea tras ganar dos ligas porque al equipo le faltaba alegría arriba, como si en la vida se pudiera tener todo. En Berlín, en cambio, nadie le reprocha esa prevención.
La buena organización de los alemanes fue complicando a un Madrid bajo la alta dirección de Modric. El croata es eterno repetidor en la Champions y Ancelotti va a tirar mucho de él en la competición, especialmente en el Bernabéu y ante equipos sin ganas de discutir de quién es la pelota.
No fue la única sorpresa del italiano, que quitó a Fran García, lateral kilométrico con contraindicaciones (defensivas todas), para poner ahí a Alaba, en un papel que con el tiempo ha llegado a olvidar.
Fuente: Diario AS
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